sábado, 23 de mayo de 2009

Las procesiones en 1605

El esplendor de la Semana Santa vallisoletana se alcanza durante el siglo XVII. Para saber cómo eran las procesiones de la época, antes de la aparición de los grandes pasos de madera policromada, hay que leer los párrafos del libro La Fastiginia escrito en 1605, donde su autor, el viajero portugués Tomé Pinheiro da Veiga, describe con todo lujo de detalles las procesiones de Semana Santa:
“Las procesiones de Semana Santa son muchas, y con mucho más orden que las nuestras, de manera que la inferior de ellas es más notable que la mejor que nunca se hiciera en Lisboa. En estos días de Semana Santa, la primera sale de la Trinidad, viene delante un guión de damasco negrocon dos puntas de borlas, que llevan dos hermanos de negro; tienen estos guiones las imágenes de las cofradías, doradas, muy perfectas. Esta traía la de Nuestra Señora al pie de la crus, cubierta con un velo negro; delante dos trompetas destemplados con los rostros cubiertos y enlutados, que mueven a mucha compasión y tristeza; lugo un hermano con una cruz, que hacen de tablas delgadas, hueca por dentro y toda dorada, y con ser grandísimas, son muy fáciles de llevar, y dos hachones de una y otra parte. Seguían 400 disciplinantes en dos filas en orden de procesión, 200 de cada parte, sin desorden alguno, cada uno en el lugar que tomó. Detrás de ellos 400 hermanos de la cofradía, vestidos de bocací negro, con sus antorchas de cuatro pábilos, todos en el mismo orden; y en medio de ellos el primer paso, porque en vez de nuestras banderas pintadas, traen pasos de bulto, de altura proporcionada , los más bellos y hermosos que se puede imaginar, porque estos de Valladolid son los mejores que hay en Castilla, por la proporción de los cuerpos, hermosura de los rostros y aderezo de las figuras, que todo es de la misma materia, de cartón y lino, de que están formados; y si va algún vestido, gorra o capa al exterior, es todo de brocado o tela, de suerte que parecen muy bien. Este paso era la Oración del Huerto, con los discípulos y el angel. Seguían otros 400 disciplinantes por el mismo orden, y algunos de ellos con una sola roseta (a que llaman abrojo) que les abre los costados, y afirmo que vi algunos llevar trozos de sangre coagulada de más de a libra, que me pareció demasiada crueldad, y me escandalizó se permita tanto exceso. Detrás de ellos seguían 150 hermanos, con hachas, y en medio otro paso que era el de la Prisión. En la última parte de la procesión, iban 600 disciplinantes y 300 hermanos, con hachas y túnicas negras; y el paso era de Nuestra Señora al pie de la cruz, con Cristo Nuestro Señor en brazos, y las Marías; detrás un corregidor o alcalde de corte, para que no sucedan desórdenes. De suerte que componían la procesión 1400 disciplinantes y 650 hermanos, porque no entra en ellas ninguna persona extraña. Esta es la menor procesión; va de la Trinidad a Palacio, y vuelve por la Platería y plaza. En terminando ésta, sale otra de San Francisco hasta Palacio por la Platería y Cantarranas. Esta era casi el doble que la primera, porque llevaba 2000 discipliantes y mil y tantos hermanos, con túnicas y hachas, todo por el mismo orden, y con el mismo concierto y distribución, y los pasos muchos y muy hermosos, y están armados sobre unas mesas, algunas tan grandes como casas ordinarias, que llevan los mismos hermanos; y como las figuras son de paño y lino y cartón, son muy ligeras; mas puedo afirmar que no vi figuras ni imágenes más perfectas, ni en nuestros altares más nombrados de Portugal. El primer paso era la Cena, perfectísimo en todo. El segundo, la Oración del Huerto con el angel en un árbol, mucho de ver y mucha soldadesca, y desorejamiento de Malco. El tercero, el paso de la Santa Verónica. El cuarto, cómo fue crucificado. El quinto, la lanzada de Longinos a caballo. El sexto el descendimiento de la cruz. El séptimo, Cristo Nuestro Señor en los brazos de la Virgen, con lo que acaba la priocesión, la cual tardó en pasar muy deprisa más de tres horas por donde estábamos”.

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